Texto - Andrés Domínguez - 07/02/2007
Cambian los nombres. ¿Cambia la política?
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Por Andrés Domínguez
Asesor Agropecuario ARI / Dip. Elisa Carrió
Tras una larga agonía de dos años, murió, con mucha más pena que gloria, la triste gestión de Miguel Campos como Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Su tiempo en ese cargo será recordado por mucho tiempo, y no justamente para el bronce, sino porque consiguió enhebrar una seguidilla de conflictos y engendrar problemas de largo plazo con sus medidas, mientras que por otra parte no encontró soluciones para prácticamente ninguno de los problemas que se presentaron en su escritorio. Su gestión termina con retenciones a la soja del 27%, un mercado de carnes prácticamente intervenido, exportaciones de carne manejadas en cuentagotas desde los despachos oficiales, crisis en la producción lechera, vedas a la pesca por el total desmanejo del recurso que se tuvo en los últimos años y precios con tendencia alcista en todos los productos agropecuarios.
Campos debió haber dejado su cargo hace mucho. Era motivo suficiente para que se fuera su brutal incapacidad de gestión y sus groseros errores en materia de política ganadera. Era motivo suficiente para echarlo las denuncias y el procesamiento por corrupción en el Caso de la Cuota Hilton. Era suficiente para echarlo la total falta de diálogo que tuvo con el sector del campo una vez que el Gobierno desató su furia contra este e inició una abierta guerra mediática. Ninguno de todos estos –ni la incapacidad de gestión, ni la inhabilidad política, ni la falta de representatividad ni las sospechas sobre su honestidad- fueron suficientes para el Presidente Kirchner. Parece que sólo el inicio de un año electoral tuvo en el Presidente la importancia necesaria para decidirse sobre una decisión que debió haber tomado mucho tiempo atrás.
Hace más de dos años que con Elisa Carrio venimos diciendo que la gestión de Campos debía terminar, y que, sobre todo, debían cambiar sus políticas para evitar un daño mayor a la producción agropecuaria nacional. En Junio de 2005 lo denunciamos y ya sosteníamos su incapacidad política y su aceptación de presiones por parte del Gobierno Nacional. Denunciamos también que sus peleas con su segundo y sucesor, Javier de Urquiza, tenían virtualmente parada a la Secretaría y generaban la ausencia total de un interlocutor válido para el sector dentro del Gobierno. Afirmamos que Campos no tenía autoridad moral para proponerle nada al sector, y sostuvimos que su Plan Ganadero no era más que una puesta en escena publicitaria carente de todo contenido propositivo, a la vez que presentábamos en sociedad nuestro propio Plan Productivo para la Ganadería Nacional. Aún tardía, al fin, celebramos la salida de Campos de su cargo. Ha terminado una de las peores gestiones que se recuerde.
Pero no hay mucho para festejar. El sucesor de Campos, amén de ser parte del grupo interno más ultrakirchnerista del Gobierno, hace dos años que no se dedica a otra cosa que a operar, privada y públicamente, para quedarse con el cargo de Secretario. En dos años, De Urquiza, en vez de desarrollar el Plan Ganadero que tantas veces anunció, privilegió como meta de su gestión conseguirse un ascenso. En términos elegantes, podemos decir que es un funcionario que priorizó los intereses particulares por sobre la eficiente gestión pública. En términos más cotidianos, se trata de otro funcionario K al que sólo le importan los cargos y el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Esperamos que el año electoral sirva de algo. Esperamos que este cambio de nombres en la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca nos sorprenda y conlleve asimismo un fuerte golpe de timón en las políticas agropecuarias del Gobierno, que es lo que el país necesita con urgencia.
Es una sana muestra de sensatez de gestión reconocer errores y cambiar a tiempo. Es la mejor oportunidad en todo su mandato para que el Presidente Kirchner revea sus prejuiciosas y equivocadas políticas para con el campo. El año electoral puede ser para él un arma de doble filo. Puede incentivarlo a buscar soluciones más sensatas para aquietar los niveles de conflicto con el sector que se ha convertido en su mayor opositor. O bien puede llevarlo por el camino de la búsqueda del rédito rápido, redoblando su ataque y sacudiendo los fantasmas de la oligarquía para ganar votos en las grandes ciudades. Total, el campo es sólo el 6% del padrón electoral. Total, las miles de ciudades del interior que viven de la producción agropecuaria no salen en las tapas de los diarios. Total, lo trabajadores rurales y los empleados de los comercios de los pequeños pueblos no pueden hacer piquetes que corten las entradas a la Capital.
La buena noticia es que, aún cuando la renuncia de Campos no implique un cambio de políticas agropecuarias del Gobierno, en Octubre tenemos la oportunidad de votar nuevos diputados, senadores, gobernadores, y presidente. En última instancia, el cambio de política agropecuaria tiene una fecha máxima: el 10 de Diciembre, cuando un nuevo presidente o presidenta jure en la Casa Rosada. Que este cambio se de ya no depende de la agitada voluntad de Kirchner: depende de lo que votemos en las próximas elecciones. Si queremos un país distinto, habrá que votar distinto.
http://www.elisacarrio.com.ar/
http://aportedesagrolilita2007.blogspot.com/
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Por Andrés Domínguez
Asesor Agropecuario ARI / Dip. Elisa Carrió
Tras una larga agonía de dos años, murió, con mucha más pena que gloria, la triste gestión de Miguel Campos como Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Su tiempo en ese cargo será recordado por mucho tiempo, y no justamente para el bronce, sino porque consiguió enhebrar una seguidilla de conflictos y engendrar problemas de largo plazo con sus medidas, mientras que por otra parte no encontró soluciones para prácticamente ninguno de los problemas que se presentaron en su escritorio. Su gestión termina con retenciones a la soja del 27%, un mercado de carnes prácticamente intervenido, exportaciones de carne manejadas en cuentagotas desde los despachos oficiales, crisis en la producción lechera, vedas a la pesca por el total desmanejo del recurso que se tuvo en los últimos años y precios con tendencia alcista en todos los productos agropecuarios.
Campos debió haber dejado su cargo hace mucho. Era motivo suficiente para que se fuera su brutal incapacidad de gestión y sus groseros errores en materia de política ganadera. Era motivo suficiente para echarlo las denuncias y el procesamiento por corrupción en el Caso de la Cuota Hilton. Era suficiente para echarlo la total falta de diálogo que tuvo con el sector del campo una vez que el Gobierno desató su furia contra este e inició una abierta guerra mediática. Ninguno de todos estos –ni la incapacidad de gestión, ni la inhabilidad política, ni la falta de representatividad ni las sospechas sobre su honestidad- fueron suficientes para el Presidente Kirchner. Parece que sólo el inicio de un año electoral tuvo en el Presidente la importancia necesaria para decidirse sobre una decisión que debió haber tomado mucho tiempo atrás.
Hace más de dos años que con Elisa Carrio venimos diciendo que la gestión de Campos debía terminar, y que, sobre todo, debían cambiar sus políticas para evitar un daño mayor a la producción agropecuaria nacional. En Junio de 2005 lo denunciamos y ya sosteníamos su incapacidad política y su aceptación de presiones por parte del Gobierno Nacional. Denunciamos también que sus peleas con su segundo y sucesor, Javier de Urquiza, tenían virtualmente parada a la Secretaría y generaban la ausencia total de un interlocutor válido para el sector dentro del Gobierno. Afirmamos que Campos no tenía autoridad moral para proponerle nada al sector, y sostuvimos que su Plan Ganadero no era más que una puesta en escena publicitaria carente de todo contenido propositivo, a la vez que presentábamos en sociedad nuestro propio Plan Productivo para la Ganadería Nacional. Aún tardía, al fin, celebramos la salida de Campos de su cargo. Ha terminado una de las peores gestiones que se recuerde.
Pero no hay mucho para festejar. El sucesor de Campos, amén de ser parte del grupo interno más ultrakirchnerista del Gobierno, hace dos años que no se dedica a otra cosa que a operar, privada y públicamente, para quedarse con el cargo de Secretario. En dos años, De Urquiza, en vez de desarrollar el Plan Ganadero que tantas veces anunció, privilegió como meta de su gestión conseguirse un ascenso. En términos elegantes, podemos decir que es un funcionario que priorizó los intereses particulares por sobre la eficiente gestión pública. En términos más cotidianos, se trata de otro funcionario K al que sólo le importan los cargos y el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Esperamos que el año electoral sirva de algo. Esperamos que este cambio de nombres en la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca nos sorprenda y conlleve asimismo un fuerte golpe de timón en las políticas agropecuarias del Gobierno, que es lo que el país necesita con urgencia.
Es una sana muestra de sensatez de gestión reconocer errores y cambiar a tiempo. Es la mejor oportunidad en todo su mandato para que el Presidente Kirchner revea sus prejuiciosas y equivocadas políticas para con el campo. El año electoral puede ser para él un arma de doble filo. Puede incentivarlo a buscar soluciones más sensatas para aquietar los niveles de conflicto con el sector que se ha convertido en su mayor opositor. O bien puede llevarlo por el camino de la búsqueda del rédito rápido, redoblando su ataque y sacudiendo los fantasmas de la oligarquía para ganar votos en las grandes ciudades. Total, el campo es sólo el 6% del padrón electoral. Total, las miles de ciudades del interior que viven de la producción agropecuaria no salen en las tapas de los diarios. Total, lo trabajadores rurales y los empleados de los comercios de los pequeños pueblos no pueden hacer piquetes que corten las entradas a la Capital.
La buena noticia es que, aún cuando la renuncia de Campos no implique un cambio de políticas agropecuarias del Gobierno, en Octubre tenemos la oportunidad de votar nuevos diputados, senadores, gobernadores, y presidente. En última instancia, el cambio de política agropecuaria tiene una fecha máxima: el 10 de Diciembre, cuando un nuevo presidente o presidenta jure en la Casa Rosada. Que este cambio se de ya no depende de la agitada voluntad de Kirchner: depende de lo que votemos en las próximas elecciones. Si queremos un país distinto, habrá que votar distinto.
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